Recordemos también que desde el vientre materno saben escuchar. Entonces ¿Por qué se pierde esta habilidad?
¡Les cuento mi anécdota!
El otro día jugando a los carritos con mi hijo me di cuenta de que faltaba un tren que le encanta. Se me hizo raro que no estuviera a simple vista pues es uno de sus favoritos. Aproveché la ocasión y le propuse jugar a la ¡Búsqueda del tesoro del tren perdido!
Estuvimos un buen rato buscando en cada rincón donde podía haberse metido el trenecito pero no tuvimos éxito a lo que pasamos a otras actividades (un descanso). Por la tarde, mi esposo jaló una mesita para sacar algo que se le había caído y mi hijo dijo: ¡tren!
Debo confesar que a simple vista no se veía el tren y ambos contestamos que no estaba, no había tren. Mi pequeño nos miró con seriedad y volvió a insistir, tren. Es entonces cuando comprendí lo serio que era para él y que si me lo estaba diciendo era porque verdaderamente lo vio.
Recordé ponerme a su mismo nivel de visión, agachándome y jalando un poco más el mueble y ¡voilá!, arrinconado el tren. Lo sacamos, se lo entregamos y con tren en mano le hicimos saber que tenía razón y que la misión de la búsqueda del tesoro había sido resuelta por él.
¿Qué aprendí de esta experiencia?
La tarea de escuchar e interesarme en lo que me dice y cuando me lo dice.
Pues ni más ni menos que con el paso del tiempo, nuestros hijos dejan de expresarnos sus sentimientos, emociones, aprendizajes, ilusiones, etc, sencillamente dejan de comunicarse y se limitan a decir lo necesario. Luego nos preguntamos: ¿Por qué será que ya no me cuenta lo que le pasa?
Escuchar lo que nuestros hijos nos quieren decir por poco significativo que parezca, para ellos es valiosísimo y no sólo por el mensaje que quieren decir, sino por el simple hecho de saber que mamá o papá están mirándolos, atentos, escuchándolos y comprendiéndolos, que sus palabras tienen valor.
¿El resultado? Valorizar a sus hijos, sus sentimientos y pensamientos. ¡Conocerlos!
Ahora bien, esto es un ejemplo de cuando nuestros hijos ya emiten palabras pero...¿Qué pasa cuando aún no hablan y el único medio de comunicación es su lenguaje corporal y el llanto. ¿Les hacemos caso o solamente nos dejamos llevar por lo que dicen los demás?: Te está chantajeando, sólo lo hace para molestar, ¿otra vez quiere brazos?, si acaba de comer y está limpio (a), tiene mamitis, etc.
Se cree que nosotros los adultos, lo debemos saber todo y enseñarles a nuestros hijos pero muchas veces son ellos quienes nos dan una gran lección y nos recuerdan la sencillez con la que hay que vivir la vida. ¿Cuánto podemos aprender de nuestros hijos?, ¿Cierto?.
He aquí unos tips para saber escuchar:
* Conocer y reconocer sus necesidades según su etapa del desarrollo.
* Crear tiempo para conversar, siempre y cuando estén en la disposición y ánimo de hacerlo.
* Recordarle verbalmente que cuenta con ustedes.
* Colocarse al mismo nivel de su hijo físicamente y con palabras.
* Mantener el contacto visual durante la conversación.
* Mantener el contacto visual durante la conversación.
* Confirmar lo que acaba de escuchar, ya sea preguntando o afirmando. De tal modo que se
llegue a una retroalimentación.
* Limitarse a interrumpir y crear juicios de valor.
* Reconocer y respetar los sentimientos que se generen durante la conversación, llamándolos
por su nombre. Aunque algunas veces no estemos de acuerdo con lo que nos dicen.
* Dar oportunidad a su hijo de resolver el problema, preguntándole cómo lo haría él o ella.
* Conversar acerca de las posibles soluciones viables o llegar a acuerdos.
* Agradecer por la confianza que depositó en ustedes y verbalizar que es grato conversar con
él o ella.
Es vital el arte de saber escuchar a nuestros hijos si queremos construir bases sólidas de comunicación. Así que a aprovechar de esas oportunidades para tejer una grata relación con amor y respeto.
Esa es nuestra manera de aprender juntos y de brindarles estrategias de comunicación.
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