viernes, 2 de mayo de 2014

Colechando por instinto

       Todo empezó desde la primera noche en casa después de regresar del hospital tras la llegada de mi primogénito.
Era de noche, ya todos dormidos pero cada quién en su propio sitio, bebé en su cuna maravillosa tal cual es vendida la idea por los medios.

       Por fortuna para mi bebé y nosotros, estábamos en un solo cuarto ya que mi familia había llegado para apoyarnos días previos al nacimiento. De no ser así, creo que desde el inicio hubiese estado en su solitario cuarto oscuro y quién sabe si yo hubiera podido conciliar el sueño. ¡Vaya! Una que trae ideas preconcebidas y creyendo que todo iba a seguir como cuando éramos sólo 2.

       Ya entrada la noche, oigo entre sueños unos ruiditos como de incomodidad y queja a punto de brotar en llanto. Sin pensar y tal cual una flecha ya estaba pegada junto a la cuna sacando mi bebé. ¡Lo que fue la primera reacción de instinto materno!

       De inmediato me dije: Es una tontería (por no escribir otra palabra) eso de dejar a mi hijo solo en su cuna cuando siento la necesidad de tenerlo cerquita para poder atender oportunamente sus necesidades, olerlo, abrazarlo, acariciarlo, contemplarlo, en pocas palabras: conocerlo.

       De inmediato me surgieron estas incógnitas:
  • ¿Por qué iba a estar lejos de mi después de estar 9 meses dentro y de un día para otros lejos?
  • ¿Cómo le daría continuidad para cubrir sus necesidades estando lejos y sin conocerle?
  • ¿Y si le pasa algo y no me entero?
       Desde eso, mi bebé y nosotros comenzamos la aventura del colecho. Noches que han permitido un contacto especial, directo, cálido, amoroso, estimulante y que han favorecido al establecer una lactancia exitosa con el paso del tiempo (debo destacarlo). El colecho ha contribuido a que establezcamos apego seguro (con el paso del tiempo he notado los beneficios), que esas noches frías dejen de serlo y que las cálidas tengan sentido :) en hamaca o bajo ese bendito aparato que refresca cuando esas noches no dejan respirar de tan calientes que están.
       Me ha permitido estar más relajada y tranquila al poder estar pendiente de mi bebé cada que mi instinto lo dicta, sin tener que pararme y caminar a otra habitación. Tan sólo voltear y dar una checadita y con la misma volverme a dormir. Confieso que sobre todo los primeros meses me ayudó más dado mi temor a la muerte de cuna. ¡Como muchas madres primerizas!

De ese modo, hemos podido brindarle seguridad y confianza a mi bebé de que estamos ahí cerca cada cuando lo necesite para cubrir sus necesidades físicas y emocionales. Adquiriendo también mayor confianza en nuestra mater-paternidad.

       El sueño de mi bebé ha sido tranquilo y reparador. Las veces que "despertaba" (naturalmente) durante la noche (como a eso de los 6 meses) eran de rodar hacia mi cama, tomar el chuchú (teta) y con la misma rodar de nuevo a su propia cuna y continuar con nuestros sueños.

       Pero he de decir que empezamos colechando cuidando aspectos que la lógica me marcó y con el paso del tiempo fui conociendo las medidas de seguridad. ¡Lo que hubiese dado por conocerlas antes de que naciera! Por fortuna no ha pasado ningún accidente.

Esta fue nuestra secuencia gráfica de adaptación que tuvimos en este hermoso de colechar:





a) Camita antirreflujo en medio de nuestra cama.




b) Moises junto a la cama.





c) Cuna sin barandal esquinada y pegada a la cama.





d) Algunas veces en medio de los dos.
(Recomendación para este modo: una cama king size)









e) Él en su cuna cerca de nuestra cama.
(casi todas las noches actualmente)




       Hemos pasado noches de mucha tranquilidad y otras no tanto pero como toda madre (y padre) pasa en su momento y es parte del crecimiento, adaptación y acompañamiento que le podemos brindar a nuestro hijos en esta etapa de desarrollo, incluyendo la consolidación del sueño.

       Es una de las tantas cosas de las que no me arrepiento y de las que seguimos disfrutando. Sé que no va a pasar mucho tiempo en el que de pronto, mi hijo pida dormir en su propio cuarto y cuando llegue ese día habremos brincado a otra etapa.

Las etapas de la vida son transitorias, necesarias para poder adaptarnos, crecer y qué mejor si es en compañía de quienes más amamos.

       Esta es sólo mi experiencia referente al colecho. Sin intensión de convencerte. Dado que cada familia tiene su propia dinámica de acuerdo a sus necesidades y comodidades según les funcione.
Habrá momentos de mucho cambio pues como sabemos, la crianza carece de ser lineal.

       En caso de considerar el colecho como una opción (o probar), es importante informarte sobre las medidas de seguridad y los beneficios. ¡Infórmate!

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